Sin colaboración, no hay comunicación… hay monólogos

La comunicación no es lo que dices, es lo que construyes con otros.

Vivimos en una era de “ruido masivo”, donde las marcas, líderes, empresas, políticos y hasta gobierno,  están comunicando a toda hora y por múltiples canales… pero muchas veces sin generar impacto, sin provocar conexión, sin escuchar.

¿La razón? Confunden comunicación con emisión. Creen que porque hablaron, ya comunicaron. Y no.

Comunicar no es gritar tu mensaje. Es generar una experiencia compartida, un puente emocional, una narrativa con eco. Y para eso, necesitas colaboración. Sin colaboración, lo que haces es monologar.

¿Qué es la colaboración en comunicación?

Es más que juntar a varias personas en una sala o copiar a todos en un correo. Colaborar en comunicación es construir mensajes desde distintas miradas, validar interpretaciones, consensuar enfoques y co-crear con propósito.

  • Es cuando Legal y Comunicaciones acuerdan un lenguaje claro y prudente.
  • Es cuando el equipo de operaciones comparte la realidad del día a día para que la estrategia de PR no sea una fantasía.
  • Es cuando el equipo de marketing escucha al de atención al cliente antes de lanzar una campaña.
  • Es cuando la narrativa se valida con quienes la viven… y no solo con quienes la redactan.

La colaboración convierte una comunicación institucional en una narrativa viva, auténtica y con posibilidad de resonar.

¿Y qué ocurre cuando no hay colaboración?

Cuando no hay colaboración, pasan cosas como estas:

  • Campañas “inspiradoras” que generan burla porque no reflejan la realidad del producto o del servicio.
  • Comunicados que se contradicen con lo que vive el cliente en sucursales o en redes.
  • Voceros que improvisan y terminan dañando más la reputación que la crisis misma.
  • Áreas operativas que se enteran de decisiones corporativas por la prensa.
  • Líderes que lanzan mensajes que no representan ni a su gente ni a la marca.

Eso no es comunicar. Es disparar sin dirección. Y cuando llega el feedback (porque siempre llega), no es diálogo: es confrontación.

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