UNA DISCULPA SIN DISCULPAS: DIDDY COMBS

La internet está inundada de videos, comentarios y críticas en torno al lamentable y repudiable episodio de abuso físico y maltrato ejercido por Sean “Diddy” Combs a su pareja, Cassie Ventura hace unos años.

Según documentos judiciales, Ventura soportó casos en los que Combs la obligó a participar en actos sexuales con trabajadores sexuales masculinos. Ella dice que a menudo fue sometida a abuso físico, incluyendo «golpes, golpes, patadas y pisotones», acciones que fueron evidentes en el video público.

Cassie conoció a Diddy por primera vez a finales de 2005, cuando tenía 19 años, mientras que el magnate tenía 37. Su relación romántica comenzó en 2007, cuando la cantante de R&B tenía 21 años. Ha salido a relucir que estos abusos fueron constantes durante el transcurso de su relación, que demoró alrededor de 10 años.  

Nadie se merece o debe estar sometido a este tipo de abusos.  Ventura con una carrera exitosa y una voz de influencia, por qué demoró tanto tiempo para hablar?  ¿Por qué aguantó tanto maltrato, una mujer que proyectaba una imagen de empoderamiento y excelencia?

Verdaderamente cara vemos, corazones no sabemos.  El ciclo de violencia doméstica es profundo y los sobrevivientes a menudo enfrentan mucho miedo, juicio y culpa cuando consideran hablar.

El PACAM ha reiterado, a través de charlas, documentos, estudios y exposiciones, que factores como el miedo por la seguridad personal, la preocupación de que cuestionen la veracidad de los hechos (que le crean) y quedar atrapada en un ciclo de abuso pueden contribuir a retrasar la revelación. En el caso de Cassie, el hecho de que Diddy sea una figura muy influyente en la industria añade otra capa de complejidad.

Las expectativas del público y la tendencia de la sociedad a escudriñar las acciones de los sobrevivientes pueden dificultar aún más que las víctimas hablen y, además, es crucial reconocer que los sobrevivientes priorizan su seguridad antes de decidir compartir su verdad. En especial cuando la tendencia es que sean señalados y, en muchos casos, experimenten un linchamiento en la opinión pública.  

LA REVELACIÓN QUE OBLIGÓ UNA DISCULPA 

En un vídeo publicado en su página de Instagram, el rapero dijo que asumió toda la responsabilidad por sus acciones «imperdonables» debido a un clip transmitido por CNN.

En palabras textuales:

«Estaba disgustado cuando lo hice. Estoy disgustado ahora. Fui y busqué ayuda profesional. Empecé a ir a terapia, a rehabilitación. Tuve que pedirle a Dios su misericordia y gracia. Lo siento mucho.  Estoy comprometido a ser un mejor hombre cada día», fueron parte de los mensajes expresados por Diddy Combs.

La disculpa, en nuestra opinión, torpemente sincronizada después de que apareciera evidencia del video, parece más un infomercial de autoayuda que una expresión genuina de remordimiento.

El comportamiento de Diddy fue reprensible y ningún mensaje puede excusarlo. Pero el desastre comunicaciones y esfuerzo emprendido por abogados y un equipo de expertos en Relaciones Públicas fue peor y dejó mucho que desear. 

Todos hacemos cosas que molestan o lastiman a los demás; un poco de procrastinación inconveniente será suficiente, o un comentario de mal humor hecho en un momento estresante. Cuando carecemos de la capacidad de pedir perdón, las ofensas menores acaban acumulando suficiente peso como para hundir cualquier relación. Esto se aplica tanto a nivel personal, profesional como institucional.

El simple acto de disculparse puede restablecer la buena voluntad incluso cuando nuestros pecados son mucho, mucho más graves. Por supuesto, hay que hacerlo bien. Una disculpa poco convincente y mal construida puede causar más daño que la ofensa original. Afortunadamente, el arte de disculparse eficazmente es simple y dominarlo puede significar toda una vida de relaciones sólidas y resilientes.

Independientemente de quién sea el culpable, ¿qué podemos aprender de los errores de Diddy?

  1. No ignorar a la víctima: la disculpa de Diddy no se dirigió directamente a Cassie, la persona a la que lastimó. No hubo reconocimiento de su dolor, sufrimiento o del impacto a largo plazo de su abuso. En cambio, la atención se centró en el crecimiento personal de Diddy y su viaje terapéutico, un mensaje lleno de narcisismo y desviación de atención hacia su persona. Una disculpa sincera debería haberse centrado en la víctima, expresando remordimiento por las formas específicas en que la lastimó.
  2. No eludir la responsabilidad: Diddy no ofreció ninguna explicación por su comportamiento violento, ni ningún «por qué» detrás del abuso. Esta falta de rendición de cuentas envía el mensaje de que tales acciones pueden descartarse sin consecuencias. Una disculpa genuina se habría centrado en las causas fundamentales de sus acciones y habría esbozado los pasos concretos que está tomando para abordarlas.
  3. No ofrecer palabras vacías: la disculpa de Diddy carecía de acciones tangibles sobre cómo iba a hacer las cosas bien. No mencionó nada de buscar perdón; incluso dijo que no estaba pidiendo perdón. Una disculpa sin acción no tiene sentido. Una disculpa sincera habría incluido un compromiso de enmendar la situación, tanto para la víctima como para la comunidad más amplia afectada por la violencia doméstica.
  4. No olvidar ser empáticos:  las palabras de Diddy carecían de empatía o comprensión del trauma que infligió. La disculpa pareció fría, calculada y centrada en proteger su imagen en lugar de reconocer el dolor que causó. Una disculpa genuina habría expresado un profundo remordimiento, reconociendo el miedo, la humillación y el impacto duradero de su abuso. Una disculpa auténtica habría comenzado dirigiéndose directamente a la víctima, reconociendo el dolor y el trauma infligido. Habría expresado un profundo remordimiento, un compromiso con el cambio y cómo el individuo haría las paces, no sólo tópicos sobre la «autorreflexión».

Pero la disculpa de Diddy no consiguió eso. Pasó por alto el abuso real, no ofreció ninguna explicación para su comportamiento y no mencionó ninguna medida clara que esté tomando para arreglar las cosas. Es el epítome de una disculpa sin disculpas.

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